Amantes, hermanas, madres , abuelas , chanas, sexoafectivas, compañeras, chongas. Todas a la plaza. Todas juntas arrancandole a las instituciones machistas los derechos que son nuestros. Todas logrando cuerpo a cuerpo el hecho político más potente del año. El 8 de Marzo será desde ahora y para la historia el día en que se comprendió la potencia de la política feminista, la del todas adentro, la de las más vulneradas adelante, la de la insumisión ante la opresión.
Las asambleas feministas durante febrero ya lo sugerían pero el resultado desbordó todo pronostico. En todo el mundo, en todo el país, en cada plaza. Solo en Capital Federal fuimos más de 700.000 mujeres, lesbianas, travas y trans. En el mundo más de 70 países.
La única protagonista fue la unidad. Le dicen difícil, le dicen frágil, le dicen inestable o complicada. Víctima de tantos epítetos, será mujer entonces. O mejor aún, será travesti. Cómo el amor.
"Unidad de las trabajadoras, y al que no le gusta, la soba" Short the boch. Sin vueltas. En la cabecera y al frente las trabajadoras argentinas, las despedidas del Hospital Posadas, de la Casa de la Moneda, del INTI, referentes de sindicatos, las desempleadas por un cupo laboral trans que nunca se aplica.
Lo único biologicista que nos permitimos es decir que "huevos" para llamar a un paro general sobran, evidentemente lo que faltan son clítoris y ovarios. Los ovarios de las mujeres trabajadoras que luchan en unidad contra el ajuste y el patriarcado.
Le vamos perdiendo el miedo al feminismo. Pusimos en boca de la sociedad las problemáticas en las que estamos sumergidas las mujeres, lesbianas, travestis y trans y ya son las menos, las que no pueden denominarse como tales.
Este #8M el logro no solo es ese. Este año se puso de manifiesto en las remeras y cuerpos otro concepto al que le teníamos el mismo pavor: la militancia. Las calles se llenaron de pibas (bien pibas). Las semillas, las que no tienen miedo a interpelar el significado de las palabras, con torsos desnudos, poniendo en jaque a sus ídolos, tomando las escuelas, respondiendo y denunciando los acosos cotidianos y aprendiendo a decir que no y que ese no es NO.
Nos revive a las más viejas en este camino, a las que íbamos a las convocatorias del 8 de marzo hace unos años y nos parecía que cada vez éramos menos. La alegría de saber que ya no estamos solas, que esta lucha llegó para quedarse y que logramos detrás de tanto dolor, dejar a lxs que vienen un mundo mejor.