#AbortoDeudaDeLaDemocracia 

 

Detrás de lo que vemos

? Lucia García Itzigsohn 
? Anita Da Silva y Natalia Bordesio para Manifiesta
 
El debate por la legalización del aborto empezó muchos años atrás. Antes incluso del primero de los 32 Encuentros Nacionales de Mujeres que se iniciaron en 1985. Esa experiencia inédita de feminismo popular en Argentina tuvo en agenda, desde siempre, el derecho al propio cuerpo.
  
Acontecimiento político invisibilizado por la mirada patriarcal, marginal para la dirigencia política machista y para los medios de comunicación miopes, que no supieron leer lo que estaba surgiendo. Tres décadas de construcción feminista son el iceberg debajo del debate por la legalización del aborto en el Congreso Nacional.
 
Toda discusión es una disputa por el sentido. Esta disputa se inscribe en nuestros cuerpos, nuestras sexualidades y nuestras subjetividades. Cuerpos, sexualidades y subjetividades de personas con capacidad de gestar. Identidades que fueron pensadas como la otredad por la mirada androcentrica. La fecundación de un óvulo puede deberse a distintas circunstancias: falla del método anticonceptivo, una situación de violencia, descuido, desconocimiento, la falta de recursos económicos y otras tantas. Que de ese suceso se desprenda la obligación de llevar adelante una maternidad - y una paternidad- no es hecho causal. Es allí justamente donde reside la decisión.
 
La misma lógica binaria, la misma lógica lineal que impone identidad de género a quien nace con un cuerpo determinado, que impone una orientación sexual a ese cuerpo, impone también la maternidad forzada. 
 
Lo que queda por fuera es el deseo. Lo que nos niegan es ser sujetas deseantes. Se nos niega el deseo sexual sin fines reproductivos. Se nos sigue tutelando, decidiendo por nosotras, eligiendo en nuestro lugar.
 
Y se hace desde la fantasía infantil de suponer que nosotras no nos asumimos como sujetas. Muchos creen que imponen sus valoraciones morales sobre nosotras, sobre nuestra subjetividad. Pero no. Las mujeres abortamos. Lo hicieron nuestras tatarabuelas, nuestras bisabuelas, nuestras abuelas cuando no había otros métodos anticonceptivos más que contar los días o el coitus interruptus. Algunas no sobrevivieron al aborto así como otras no sobrevivieron a los partos. La captación sobre el cuerpo de más mujeres y sobre nuestras subjetividades invisibiliza y mistifica la maternidad.
 
La legalización del aborto es el reconocimiento a la soberanía de nuestros cuerpos. Es el acceso pleno a un proyecto de vida. Es la emancipación del mandato de cuidado.

El debate por la legalización del aborto es el debate sobre la maternidad forzada, sobre la desigualdad en las tareas de cuidado, sobre la heterosexualidad obligatoria, sobre vidas vivibles, sobre el derecho al deseo.
 


 
Nos queremos vivas, nos queremos libres y nos queremos autónomas.
 
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