Me llamo Mili, tengo 23 años y soy una artista feminista de Capital Federal. Este año fui a Chaco con mis compañeras militantes, las Brujas del Fuego, al 32° ENM y viví una de las mejores "si no es la mejor" experiencias de mi vida.
El viaje empezó con la salida 5 horas tarde del micro y 13 horas después llegamos a Resistencia. Nos recibió un mural bien colorido exigiendo la libertad de Milagro Sala y un calorcito norteño que daba para estar en tetas.
El sábado por la tarde fuimos a uno de los talleres de Trabajo Sexual, que estaban tan llenos que tuvieron que abrir una comisión en la vereda de entrada a la escuela. Después de gritar que estamos siempre con las putas y nunca con la yuta, fuimos a explorar la mega femiferia de emprendedoras que había en la Plaza 25 de Mayo. La sororidad se percibía en el aire, las risas se escuchaban por toda la ciudad, la sensación de estar todas conectadas conmovía el alma.
Por la noche vimos la proyección de Alanis, de Anahí Berneri y después nos acercamos al escenario de la plaza, donde bailamos y tomamos y fumamos porque somos fanáticas de la joda y también reclamamos nuestro derecho a divertirnos.
Al día siguiente conocimos artistas, docentes y feriantes en el taller Mujeres, Cultura y Arte y otras mujeres sumamente empoderadas en el de Mujeres, Antiimperialismo, Solidaridad e Integración Latinoamericana. Escucharlas hablar desde posiciones tan diversas se convirtió en una fuente necesaria de inspiración: no hay nada más realizador que escucharnos debatir, ponernos a pensar todas juntas y planear estrategias de fortalecimiento.
La marcha del domingo a la tarde-noche fue todo lo que está bien. Pasamos 3 horas caminando, saltando, cantando, gritando todas al unísono, organizadas e invencibles. Había personas asomándose a los balcones y ventanas y, en el caso de las mujeres, se daban unas interacciones divinas que me hicieron llorar varias veces. Es emocionante vernos tan fuertes y convocantes.
Durante la peña en el Parque de la Democracia pasaron cosas que nunca voy a olvidar. Estar bailando con mis amigas y ver que alrededor no hay más que un océano de mujeres divirtiéndose sin paranoias ni prejuicios es una imagen que no va a poder borrar ningún patriarcado. Más aún, mientras cantaba la grosa Norma Aguirre, las pibas se agarraron de las manos y empezaron a dar saltitos bailando, formando una cadena que después se convirtió en muchas rondas. Ese momento fue íntegramente mágico. Las sonrisas y las carcajadas de felicidad me llenaron todos los vacíos y hasta este momento me llena los ojos de lágrimas.
Ahora, de vuelta en mi ciudad, siento que el fin de semana pasado fue una droga a la que me hice adicta. Volví más empoderada que nunca y cuento los días para ir a Chubut el año que viene. Mientras tanto, nos queda militar desde nuestros espacios y no dejar de agitarla nunca jamás.
Nos vemos el año que viene, compañeras. Las quiero mucho a todas.
Mili Muro, Capital Federal, Buenos Aires.
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