Este finde fue mi primer encuentro, estuvo lleno de experiencias y sensaciones nuevas.
Me quedé con muchas postales, la plaza llena de mujeres, la marcha, las escuelas, los talleres, mis amigas.
Elijo hablar de los talleres, porque fue lo que más me hizo repensar(me).
Me llevo mucho tiempo entender de qué iban los talleres, no sé por qué la idea de lo hacemos entre todas no terminaba de entrarme. Quería hacer como 27 talleres, recorrerme toda Resistencia para no perderme de nada, hasta que entre en el primer taller, de ahí no quise salir, salir era interrumpir a una compañera, era dejar de escucharla, en mi cabeza era silenciarla, y eso no lo quería reproducir.
Lo horizontal de los talleres fue lo que me desacomodó, yo acostumbrada a concurrir a cursos y jornadas, de repente ser la protagonista con otras del saber, descoloca.
En los talleres sentí seguridad al hablar y al escuchar, estábamos construyendo un saber colectivo, entramándonos.
Me encontré en un taller con amigas, compañeras y desconocidas, mujeres diferentes, con recorridos diferentes, todas juntas hablando de la cultura de la violación, cómo la sufrimos en nuestros cuerpos y en las nuestras.
Eso es el encuentro, nuestras historias circulando, creando construyendo un saber colectivo. Lo que cada una dice es escuchado, resonando en los vivenciares ajenos, ajenos a medias, porque lo personal es político, y lo político es de todas.
Me quedo con la frase de una compañera, armarnos desde el poder, no como lugar, sino poder como posibilidad.