Planear el próximo #8M

#ParoInternacionalDeMujeres #NosotrasParamos

 

?????? El último viernes en la Ciudad de Buenos Aires se reunieron por segunda vez más de 1500 personas para planear el próximo #8M, un#ParoInternacionalDeMujeres que promete hacer temblar la tierra.#NosotrasParamos

 

Así vivió la experiencia asamblearia Paula Gimenez y nos lo comparte en ésta crónica. 

 

 

ABAJO EL PATRIARCADO SE VA A CAER 

 

Una peronista en tetas pidiendo por favor que hagamos silencio después de que un grupo de abolicionistas señalara a las militantes de trabajo sexual y se armara tole tole. Una bandera gigante en contra de los trabestidicios. Un debate cortito sobre qué color queremos llevar el 8 de marzo. Un espacio abierto lleno de mujeres. ¿Cuántas seremos? ¿Mil? ¡No! Más de mil doscientas, me dijeron. Una lista con 98 oradoras. Cuatro horas de atención, charla de costado, de escucha y aprendizaje. Política mezclada con vivencias, urgencias y chistes acordes. La pronunciación de cada una de nosotras a favor del aborto legal seguro y gratuito. Llanto en momentos claves. Gritos en otros. Cánticos de cancha y agite en contra de la Iglesia, del Papa, de la censura mediática, del machismo en todos sus sentidos, aspectos y formas que existen. Pedidos especiales. Calor. Abanicos improvisados con papeles. Atrás, hamacas para que les hijes de todes estén piolas. Feminismo en la televisión pero más feminismo con las patas en el barro. Otra vez a favor del aborto. Otra vez en contra de la iglesia y la política neoliberal y la Policía represora. Otra vez una voz que dice algo que emociona y no podés evitar que te tiemble la pera. Te ponés a pensar que cómo puede ser que mujeres de todas las edades, formas e ideologías estén así de amuchonadas y cerca y no se prenda fuego todo. El pedido de libertad para Milagros Sala y todas las presas políticas de este gobierno. Una mamá que habla de abusos sexuales a menores, una señora que recuerda a las feministas que hicieron posible todo lo que hoy sucede con nosotras, que así como estábamos ahí, ellas estuvieron resistiendo en otros contextos, más duros, peligrosos y siniestros. Una amiga de Anahí Benítez pidiendo justicia por su femicidio irresuelto. El pedido desesperado de una compañera que se quedó sin trabajo y tiene cuatro hijos y no sabe cómo carajo darles de comer. El llanto otra vez. La pera quebrada. El pañuelito. Diana Sacayán. Pepa Gaitán. Lohana Berkins. La hermana de Regina López con la voz inestable frente a un micrófono pidiendo que aparezca su hermana con vida porque hace dos meses que salió y no volvió. Que la secuestraron, que la extrañan, que ya no saben qué hacer. Se habló de la trata, de las putas, del abuso de poder, de los salarios desiguales, de las luchas aborígenes, se odió al capitalismo y se gritó una vez cada diez minutos contra el patriarcado. Se agitó "trabajo para las trabas", hubo chistes, guiños, miraditas, mates, chicas conociéndose en un espacio que desbordaba mal. Mal de bien no mal de mal. Oscureció, se armó bardo con la interna que divide al feminismo hoy que es trabajo sexual versus abolicionismo. Gritos, quilombito en el centro de la escena, cientos de chicas pidiendo que basta, que sigamos con los puntos para el documento que estábamos armando entre todas. Cabe destacar que cuando digo todas me refiero a las más de mil doscientas mujeres que estaban ahí. ¿Suena difícil no? ¿Ponerse de acuerdo siendo tantas? Somos una muestra clara de que se puede porque esa grieta no termina de dividirnos, al ratito ya estábamos de nuevo en el eje decidiendo que el violeta iba a ser el color que represente este segundo paro nacional de mujeres el 8 de marzo. La idea es coordinar con el resto de los cincuenta países (tranqui las feministas argentinas convocando) y que todo suceda de manera contundente. La asamblea busca, además, que todas nosotras nos veamos las caras y entendamos la magnitud de los pedidos, reclamos, motivos por los cuales discutimos todos los días con nuestros hermanos, amigos, primos, compañeras de trabajo, taxistas y amigas sobre feminismo. Las asambleas, fuertemente políticas y llenas de ribetes y cositas a destacar, son el espacio que abraza (perdón por sonar rincón de luz) y nos convoca a ponerle cara y cuerpo al movimiento feminista que está cambiando al mundo. No es pavada ir. No es pavada estar ahí. Tampoco es fácil porque se escuchan historias que duelen, momentos que incomodan y tomamos dimensión de todo lo que falta, que es un montón y de todo lo que se avanzó, que también es un montón. Pero así como hay momentos ásperos y terribles, es inevitable que se te ponga la piel de gallina con cada grito de india que lanzamos al aire cada vez que podemos o porque te ponés a pensar que somos más de mil chicas, que el año pasado en esa misma asamblea éramos menos, que en la asamblea anterior, eran menos, que el movimiento crece a pasos agigantados, que si bien hay bocha de miradas distintas sobre lo mismo, las consignas (muchas) se repiten incansablemente porque el aborto legal, seguro y gratuito nos une, porque el odio hacia el patriarcado nos une, porque la separación de la Iglesia del Estado nos une, la necesidad de igual salario por igual trabajo nos une, esas ganas incontrolables de terminar con la subestimación, el abuso de poder, el miedo a salir a la calle, la Justicia machista. Y podría seguir mucho más porque si bien son varios los puntos de diferencia, son cientos los otros, los que hacen de este movimiento el más revolucionario de nuestra historia viva. Y eso emociona más que cualquier cosa. "Que nos vengan a decir que las mujeres no podemos. Que se animen a decirnos que no lo intentamos". Una vez escuché a una chica asegurar que ella sabía que el feminismo aún está lejos de cambiar el mundo pero que le había cambiado completamente el suyo. La parafraseo un poco y digo que si esa chica viniera a estas asambleas, de lo primero no estaría tan segura.

 



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