Lo que dejó el #8M

Chicas del conurbano,  feminismo de los barrios

Por: María Sucarrat* para Manifiesta
 
Las geografías se mezclan y se desordenan en las movilizaciones. Y aunque los espacios se vuelven comunes, el distintivo aflora. En el Paro Internacional Feminista, entre una galaxia de verdes y violetas, de telas y de purpurinas, de pañuelos y de remeras, de cuerpas pintadas a puro marcador, las chicas de conurbano estuvieron presentes. Algunas encolumnadas tras las banderas de sus organizaciones, otras en pequeñas y power manadas. Pocas sueltas y algunas en sus casas. Las mujeres, mujeres con VIH, lesbianas, trans y travestis fueron cientos de miles en la Plaza de los Dos Congresos. Aunque las realidades de esas cientos de miles son cientos de miles también. 

 

¿Cómo pasaron el #8M las mujeres del conurbano bonaerense? ¿Qué grado de representación sintieron? ¿Qué consigna las contiene? 

 

©JoseNicolini
Las Furias Femenistas llegaron a la 9 de Julio de remera negra. Viajaron desde Malvinas Argentinas. En ese partido está Tierras Altas, un barrio casi desconocido en el que Lucy Maciel fue asesinada de 27 puñaladas a la salida de su trabajo por Marcelo Verón, hace apenas unas horas  condenado a perpetua. "Hubo mucha gente en la calle y eso que esta marcha fue sin un punto de concentración, como ocurrió el 3 de junio. Sin embargo hubo muchas movilizándose, caminando, recorriendo. Y fue bueno que no hubiera tantos varones", dice Caro Abregú de esa organización. "Creo que eso tiene que ver con nuestro presente y con las luchas que venimos dando y con una violencia que se incrementa más y más cada vez que salimos a la calle. Hay cambios culturales, desnaturalizamos los que teníamos grabado en nuestra estructura conservadora y eso está bueno".

 

La Red de Mujeres de Moreno, con Carina Leguizamón a la cabeza, tomó el tren Sarmiento y lo convirtió en una fiesta. Ellas bailaron y cantaron en el vagón. Espetaron a todos su feminismo en la cara. Pero no le pasó lo mismo en la marcha: "Quisiera que se escuchen las barriadas, mínimamente las de Buenos Aires, ¿no? Los pueblitos, las pueblerinas, las originarias. Eso me duele un poco, que las de piel oscura, las doñas, no estén tan presentes. Cuando nosotras gritamos, vamos a una escuela, a un sindicato, a un hospital, nadie nos quiere ayudar. A veces siento que no hay ganas de bajar a los barrios. Y dio ellas. No ellos. A veces se construyen simbolismos sobre las cosas que nos pasan a las mujeres pobres y queda ahí. A mí no me gusta que me dirijan", explica Carina. 


Eso me duele un poco, que las de piel oscura, las doñas, no estén tan presentes. Cuando nosotras gritamos, vamos a una escuela, a un sindicato, a un hospital, nadie nos quiere ayudar.

 

Candelaria Schamun es periodista. Ella decidió cambiar su vida y se mudó a Duggan, un pueblo de 573 habitantes a 139 kilómetros de la capital porteña. El 8 estuvo en la marcha, las disfrutó y la palpitó a través de la lente de su cámara aunque el hecho de haber renunciado a la urbanidad le generó varias preguntas. "Al interior no llega la revolución feminista. Cruzando General Paz el machismo está intacto. Debemos evitar caer en un feminismo normativo, por ejemplo, cambiando el lugar del paro, llevándolo a recorrer el país como ocurre con el Encuentro Nacional de Mujeres". 

 

©VictoriaBeytia
Pamela Loiello se ubica en el "conurbano furioso". Vive en General Rodríguez, a 45 kilómetros de la Capital. Tiene un grupo de baile flamenco feminista con el que trata de difundir que "todas podemos bailar, empoderarnos a través del baile y protestar y gritar a través del cuerpo". El 8, junto a sus compañeras hizo una intervención en la esquina de Callao y Rivadavia. Después se encontró con un montón de las que viven más allá y se sorprendió por la cantidad de micros estacionados en la 9 de Julio y sus adyacencias. "A las que vivimos lejos, de cualquier corporeidad, siempre nos cuesta asistir a estas movilizaciones. Desde hace ocho años mi casa está en La Posta, en un barrio muy pobre en el límite con Francisco Álvarez, y no veo feminismo caminando en las calles. Siempre me interesó armar algo pero falta sostén, falta caminata y porteñas que vengan a hacer el aguante a las pibas. Falta construcción y deconstrucción". La pobreza lo complica todo. Y la falta de información también. "Es imposible conseguir miso acá. Es imposible tener algún lugar donde abortar seguro más que las Socorristas aunque acá la gente no tiene ni idea de quiénes son. No hay forma de llegar a la información que, en general, puede estar en los pueblos. Pero imaginate General Rodríguez... El grado de machirulez es zarpado. Y Luján ya es terrible".  

 

A las que vivimos lejos, de cualquier corporeidad, siempre nos cuesta asistir a estas movilizaciones, no veo feminismo caminando en las calles. Siempre me interesó armar algo pero falta sostén, falta caminata y porteñas que vengan a hacer el aguante a las pibas. Falta construcción y deconstrucción.

 
Sandra Hoyos se divide en muchas partes. Es integrante de la Mesa Noroeste de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, de la Asamblea "Vivas nos queremos" de José C. Paz formada hace dos años a partir de un doble femicidio en Barrio Frino, y de la grupa "Las Simonas". Este #8M ella y sus compañeras viajaron a Capital aunque no es algo que acostumbran hacer porque prefieren priorizar su presencia en los barrios. "Queríamos estar entonces pensamos en el viaje que hacemos las conurbanas, mujeres y femeneidades para ir a nuestros trabajos. Usamos los trenes muchas horas al día. Quisimos pensar el viaje desde un lugar que diferente a la alienación de ir al laburo, transitar ese espacio que es nuestro cotidiano de otra manera. Se nos ocurrió hacer un "trenazo" desde el San Martín, el Sarmiento, el Mitre, el Belgrano. Seis ramales se sumaron para confluir en la movilización". Su militancia por el derecho al aborto le exige mucho de sí. Hablar del tema en los barrios es complejo. "Es que pasan otras cosas. Una de las problemáticas que más aparece y que es necesario visibilizar es la de los golpes que sufren las mujeres y también los golpes que esas mujeres ejercen sobre la niñez", explica. Para Sandra, el abordaje de la violencia dentro de los hogares es un tema diario. Pero no es el único. "Hay falta y desidia total de recursos estatales municipales. Las comisarías están vaciadas, no tienen líneas telefónicas, nos echan cuando vamos a hacer una denuncia, no existen espacios de acompañamiento. No sabemos a dónde ir. Los hospitales que atienden partos violentan constantemente nuestros cuerpos. No podemos salir a las calles de noche porque nos violan, nos persiguen. Cada territorio tiene su especificidad. Y si bien están ocurriendo cosas horribles también es cierto que estamos construyendo y pensando desde otros lugares". 

 

Se nos ocurrió hacer un "trenazo" desde el San Martín, el Sarmiento, el Mitre, el Belgrano. Seis ramales se sumaron para confluir en la movilización.

 

Construir en el territorio es la tarea 

 

En el noroeste hubo movidas muy importantes en San Miguel y en Luján y durante la previa se hicieron asambleas en los barrios relevando y recolectando situaciones. "No tenemos estadísticas ni de los femicidios, ni de travesticidios, ni de denuncias. Uno de los reclamos que hoy llevamos es "Justicia por Camila", una chica que fue asesinada hace unos días y todavía no se caratuló su homicidio como femicidio. También el caso de Higui, del barrio Mariló, y estamos esperando su resolución. En el territorio hay que construir y estamos en esa tarea. Es allí donde muchas se contactan para preguntar "¿Dónde se consigue la pastilla del misoprostol?", "¿A qué farmacia tengo que ir?", "¿Quién me puede acompañar a hacer una denuncia?". Somos miles. Nos estamos transformando. Una de las expresiones que disfruté fue la de las pibas, las niñas, las adolescentes que nos transmitían con sus canciones, sus cuerpos llenos de brillo, que Mauricio Macri no es gato sino un humano, blanco y heterosexual. Lo que construimos durante tanto tiempo lo podemos ver en la cara de las pibas tan lindas, tan llenas de vida", cuenta Sandra. 

 

©NataliaBordesio
Si bien en José C Paz muchas mujeres se contactan por el uso del misoprostol, para Candelaria, así como está pensado, es para aquellas que no tienen mayores riesgos de morir en un aborto clandestino. "Hay un cuaderno que explica cómo debe ser el uso de la pastilla. Suponiendo que la piba sepa leer, suponiendo que la piba tiene acceso a internet para bajar el documento. Suponiendo que si se le complica el sangrado, la piba tiene celular. Y si tiene, que haya señal o tenga crédito para llamar a la línea de aborto seguro. Y suponiendo que esa piba puede llegar al hospital, si las calles están transitables o si el remisero la quiere llevar".  

 

A 100 kilómetros de Duggan, vive Mirta Peñaloza, paraguaya, vendedora ambulante de sahumerios y mamá de seis chicos, tres mujeres y tres varones. Hace 48 años que reside en el país, en Moreno, 30 km al oeste de la Capital, en el barrio de Villa Anita. "Mi barrio está dividido, como todos en el conurbano. El lado bacán, cheto y el lado más humilde, con gente que hace su historia, digamos más amontonados. Pero tiene una característica: Villa Anita no tiene agua. Tiene red pero no funciona y la gente se acostumbró". Mirta no pertenece a ninguna organización aunque lo intentó muchas veces. "Tengo un racimo de experiencia, de trabajos comunitarios y de búsquedas pero este año decidí no ir a la marcha". Hace muy poco tiempo dos de sus hijas le contaron que sufrieron un abuso. "A la marcha no fui porque sabía que iban a ir muchos varones. Mis hijas no querían exponerse y yo las respeto. Además a mí me dan ganas de echarlos, de que se vayan, no quiero verlos. Y no quiero ir presa porque soy sostén de mis hijos que son chiquitos". Pamela, de General Rodríguez, está de acuerdo con Mirtha. "La movilización estaba llena de machos, de chongos de mierda. Siempre invisibilizándonos, siempre primeros con sus banderas. ¿Cosas que me sacaron de quicio? Colas de pibas para sacarse una foto con Nicolás del Caño que tenía pañuelito colgado del cuello. Por más que algunas compañeras se sientan acompañadas, yo no marcho con chongos porque para mí es un problema. Porque somos las mujeres las que marchamos el 8". 

 

A la marcha no fui porque sabía que iban a ir muchos varones. Mis hijas no querían exponerse y yo las respeto. Además a mí me dan ganas de echarlos, de que se vayan, no quiero verlos. Y no quiero ir presa porque soy sostén de mis hijos que son chiquitos.

 

Del crisol de la marcha, Caro Abregú cree que las compañeras trans se sintieron un poco excluidas. "No sólo del arrastre de la bandera sino del documento. Nosotras no participamos de las Asambleas y vamos a reveer a nivel organización si lo vamos a hacer en la previa al 3 de Junio. Me quedé triste cuando ví que tenían un listado de quién subía al escenario. Se repiten las mismas caras, las que ya tuvieron la oportunidad. Sería lindo que subieran las víctimas que sobrevivieron o que agarren la bandera. A pesar de eso quedé muy admirada por la cantidad de mujeres reclamando nuestros cuerpos y banderas. Pero eso fue el 8. Ahora, vuelvo a la vida real". 

 

 


 

*María Sucarrat, periodista y  Secretaria de Redacción de Tiempo Argentino.  Egresada de la carrera de Letras es autora de El Inocente. Vida, pasión y muerte de Carlos Mugica.

 

 

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