Pretextos para domesticar lesbianas

Escriben: Lia Ghara y Amanda Alma / Fotos: Paula Lobariñas y Nati Bordesio

 

Hay un relato invisible, como las lesbianas en general, que rodea la causa de Marian Gómez. Algo fantasmal, monstruoso: la lesbiana violenta que azota la frágil masculinidad de varones cis. Y se repite, caso tras caso, desde la Pepa Gaitán en Córdoba, pasando por Higui de Jesús en San Miguel, hasta Marian Gómez y su criminalización en CABA. En todos lados es la misma historia.

 

La causa comienza con varones que ostentan poder disciplinador del orden patriarcal. Primero un "aliado" trabajador de Metrovías, José María Pérez, que lee una situación en la que otro "varón" hace llorar a una femenina frágil y bien parecida (ellas siempre fueron Marian y Rocío) y se acerca para intervenir y ser el héroe de la situación. La abyección de que sea una lesbiana lo desborda.

 

Luego Jonathan Rojo, otro varón armado con chapa para matar, se acerca y sentencia: "pibe, apaga el cigarrillo" ¿Qué reacción es esperable? ¿Cómo debería responder Marian según el manual de la lesbiana aceptable? La Metropolitana, esa fuerza de seguridad porteña que inventó Macri para su ciudad moderna y gayfriendly, la misma que baleó en el Borda, la del Indoamericano y la responsable de 25 muertes anuales por gatillo fácil. Una institución popularmente caracterizada por representar más inseguridad que la que intenta combatir. 

 

Como si en este país las fuerzas armadas no tuvieran los antecedentes que tienen, desde la apropiación de 400 nietxs hasta las últimas razzias en los Encuentros Nacionales de Mujeres baleando por doquier. Como si no hubiera un sentir popular que sabe cómo actúa la gorra, yuta, rati, y cada vigilante que criminaliza todo lo que desprecia. Lo cierto es que nunca el pueblo acude a la policía en busca de justicia porque es una institución creada para defender los intereses de ricos y poderosos; y la heterosexualidad siempre, en plan disciplinador. 

 

Según las declaraciones policiales, tanto de Rojo como de Villalba, dejan entrever a Marian como salvaje, con una fuerza desproporcionada; la describen como inmanejable, un potro que necesita ser domesticado. Una superlesbiana gigante y poderosa que amedrenta una institución entera. La escena que describen en el expediente presenta claramente dos tipos de Lesbianas: una buena, frágil, con labios pintados y asimilable a "una mujer"; la otra, abyecta, masculinizada, desafiante. Ambas fumaban, una sola es reducida, procesada y condenada. El efecto que se genera es la bestializacion de la lesbiana, la forma típica de sostener argumentos disciplinantes que se caen por su propio peso si se tiene en cuenta que la falta primigenia que se imputa es fumar.

 

"Trato de calmar a la señora, cubriéndome de los golpes (...) quiero destacar que en todo momento la señora Girat intentaba calmar a su esposa (...) la señora (Marian Gómez) se encontraba ofuscada y violenta, contra mí (...) toma violentamente los cabellos de mi compañera, y le arranca un mechón de pelo (...) Una vez reducida en el suelo, se pidió apoyo a través de Comando Subte (...) debido lo violenta que estaba la señora (...) la señora en todo momento me quería golpear (...) estaba bastante exaltada y agresiva" declaraba el policía Jonathan Rojo para concluir: "Quiero agregar que en la fuerza tratamos cotidianamente con esto de los géneros, incluso en la misma fuerza hay parejas homosexuales" sin que nadie le pregunte al respecto. 

 

Violenta, ofuscada, agresiva, exaltada. Los adjetivos se repiten sobre las declaraciones como una plaga.

 


 

Villareal, a su turno declara "no querían que la tocaran, se rehusaba a ser tocada". Prosigue "me dice como que era todo por un cigarrillo, mi compañero me dice que no, que era por el cigarrillo pero que se había puesto agresiva, fue todo muy rápido en cuestión de segundos". Y cuando la defensa le pregunta si Rojo la tomó del cuello a Marian Gómez responde: "no sé si era un forcejeo, es más reducirla, pero no me acuerdo si se le colgó del cuello o la agarró del cuello". 

 

En las propias palabras de la agente policial Villareal, se devela la trama: no hay cuestionamiento al accionar desproporcionado del uso de la fuerza por parte del varón cis armado sobre Marian, pero sí expresa el móvil que sostiene el entramado casi imperceptible de lesbofobia -mi compañero me dice que era por el cigarrillo pero se puso violenta- 

 

La construcción del perfilamiento criminal lleva en las fuerzas de seguridad décadas, y se traslada sin miramientos a la sociedad con arquetipos de perfiles más y menos criminalizables: "los negros", los extranjeros, las travestis y sin dudas también las lesbianas. Esa ambigüedad malformada y a medio hacer entre -un varón y una mujer- con su ferocidad y violencia inherente. La performatividad de Marian en su existencia lesbiana canaliza en su corporalidad todas las violencias del disciplinamiento heterosexual. 
 
Lo que es innegable es la mirada heterosexual, paqui, diríamos algunas, que existe como eje de absolutamente todos los actores. Incluso la agenda feminista que toma como bandera el caso de Marian Gómez, lo hace con perspectiva heterosexual como una mera reivindicación de un beso cuando lo que se discute es la invisibilización identitaria y cuando no, el mote de problemática y violenta. Actrices Argentinas pretenden con ingenuidad y buena voluntad colaborar a la causa con besos paquis posados, pero nunca serán ellas a las que Rojo detenga y arrastre por el piso. Así son las diferencias incluso dentro del feminismo. 

 

¿Es la jueza la culpable? ¿Es la fiscal? ¿Es la justicia? Si hubiera más visibilidad lésbica en Metrovías, en los sindicatos, incluso en la policía y en la mismísima sala de audiencias otra podría ser la historia. La forma de combatir la lesbofobia y el lesbo-odio es ante todo visibilizar, existir, ocupar los espacios, denunciar los abusos policiales.

 

Pero también ¿alcanza con romantizar el lesbianismo, amazónico, poético? ¿Cuál es nuestra ingerencia en lo posible? ¿Qué pasa cuando después del fuego y las piedras, y la poética, un policía o una jueza se vuelva a encontrar otra lesbiana en tribunales? ¿Qué construye una política? Pero sobre todo quiénes somos les que a fin de cuentas pagamos el costo en las calles, en los subtes que tomamos, o en el conurbano que caminamos los 365 días del año sobre el fugaz arrebato pasional que para otras constituye la travesura de 24 horas.

 

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