Tal vez sea la herida narcisista de quedar excluidos, o la incapacidad de comprender en sus propios términos qué sucede durante esos tres días, lo cierto es que desde el punto de vista de los criterios periodísticos es inexplicable que quede fuera de agenda. Se los desvaloriza, se los minimiza, se los desconoce.
Los encuentros de mujeres son una experiencia intransferible. Por eso insistimos tanto las que fuimos una vez para que las que aún no lo hicieron vengan, no se lo pierdan, se den la oportunidad de vivir esa intensidad, ese descubrimiento, esa transformación de verse a través de otras espejada en las violencias pero también en las potencias.
¿Cómo explicar ese momento en que alguien a quien no conoces pone en palabras eso que viviste? ¿Qué decir de esos destellos de verdad que descubrimos uno tras otro? ¿Cómo se llama lo que nos pasa en el cuerpo cuando vamos y venimos con una libertad desconocida? Caminar sin alertas, incluso en la noche oscura, disfrutar del rocío en el pasto y las estrellas sin mirar para atrás o estar pendientes de cualquier ruido. Ir a comer a la hora que queremos con amigas en charlas interminables sin tener que poner la mesa, ni lavar los platos. Trasnochar hasta la hora que el cuerpo decida y no las responsabilidades. Ir a donde se desea. Al taller que más te gustó. A otro que te intriga. A la plaza a tomar sol. A ver una obra de teatro. A bailar. A dormir.
Circular de otros modos, por otras partes de nosotras mismas. Encontrarnos en tiempos propios, los del deseo.
Visto de afuera y desde lejos al Encuentro de Mujeres no se le ven los pliegues, las texturas, el volumen de los miles de encuentros que se producen en su interior.
Intentamos muchas veces explicarlo, pero nunca llegamos a dar cuenta de eso que realmente sucede.
Entonces quienes no lo comprenden solo pueden a la distancia asociarlo a un congreso, e imaginan disertantes, o al debate político que conocen, qué es entre machos y a ver quién la tiene más larga.
Nada de eso sucede, no así. Se discute, se juegan relaciones de poder, se enseña y se aprende de otras maneras. Infinitas.
Pero eso si, siempre hay cámaras esperando los "hechos de violencia" frente a la catedral.
Ese momento es identificable. Es claro, inteligible. Hay goma. Mujeres que corren de policías que las persiguen. Católicos fanáticos que poseídos se atrincheran en la puerta de la Catedral protegiéndola de las hordas de brujas.
Esta vez en Resistencia esa escena no se vio. Todas apreciamos la hospitalidad del municipio, el buen trato - que no debería, pero es -excepcional.
Todo concluía bien, sin las escenas mediáticas que estereotipan, hasta que el lunes por la tarde un grupo de devotxs de la censura y la intromisión en el cuerpo y la vida ajena convocados por la ex diputada radical Clelia Avila se presentaron en la plaza 25 de Mayo para perseguir, agredir y aleccionar a las mujeres, lesbianas y trans que disfrutaban de los últimos mates al sol mientras esperaban vuelos o colectivos que las llevaran a destino. Piedras, autos encima, corridas que el facismo ambiente parece habilitar para dejar claro como son las cosas.
La Secretaria de Derechos Humanos de la provincia se puso inmediatamente a disposición de las agredidas, las refugio y tomó las denuncias para iniciar la causa judicial. El secretario Juan Carlos Goya dijo: "La violencia inusitada con la que se han tratado a las mujeres nos hace retroceder a los peores episodios de las bandas de torturadores de la década del 70'. Hemos visto personajes muñidos con picanas eléctricas, gas pimienta, atacando con sus motos a mujeres embarazadas y con sus hijos, aclaro que no estoy haciendo gran elocuencia, tenemos más de 60 denuncias fundadas, con pruebas fílmicas". Seguramente las y los atacantes, como señaló Goya: "No soportaron que el gobierno haya actuado como actuó y que hayamos tenido el Encuentro más tranquilo y mejor organizado de los que jamás se han realizado". Cuenta Goya que en las redes sociales estos referentes de Cambiemos, "decían que había mujeres con jeringas contagiando a la población de Sida o que el colectivo que tuvo una falla en la batería eléctrica lo que derivó en su incendio, lo habían hecho las encuentreras."
Una combinación siniestra de estigmatizacion y victimización. Brujas y golpeadas. Demonias y disciplinadas. Nunca empoderadas.
En días en que se despide a un conductor consagrado como Ari Paluch por tocarle el culo a Ariana Charrúa, los encuentros empiezan a sacudir el statu quo acosador en los medios de comunicación. Muchos empiezan a preocuparse y tienen razón.
Llegara el día en que las y los colegas que miran de lejos los Encuentros de Mujeres y proyectan sus fantasias infantiles puedan ver la potencia creadora del feminismo. Lo emancipatorio de un movimiento que propone reconocer la victimización como punto de partida para no volver nunca más a ella. La fuerza de reconocerse en otras que nos hace más poderosas. Podrán ver en este evento que decidimos repetir cada año y que nunca es igual, la transformación política más genuina qué hay en marcha. Y que como una ola arrasa con las desigualdades y nos libera a todes. También a ellos.
Lucía García Itzigsohn para Manifiesta